“Faraón de Texcoco, duele más el olvido que la muerte"

R.Esquitín

Los faraones eran reverenciados seres divinos por los egipcios, representados con el dios Horus y considerados hijos del dios Ra. El faraón de Texcoco, ¡Silverio Pérez!, no era ni egipcio ni tenia que ver con Horus o Ra, pero en las plazas de toros era divino, y ahora junto a Carmelo su hermano, del cual heredo las luces, inmortal.
Silverio, también conocido como el “monarca del trincherazo” y renombrado por el señor bolero Agustín Lara como “torero, torerazo”, tuvo su tarde de gloria el 31 de enero de 1943 en donde realizó un manejo inmortal al toro Tanguito, con los riñones encajados y el mentón prominente clavado en el pecho, echándose al toro por delante y rompiéndose la cintura para destrozar las gargantas de los aficionados, excelso con la muleta, siempre el trincherazo con su desgarrada profundidad.
El faraón decidió hacerse torero a la muerte de su hermano Carmelo Pérez, novillero, prodigio del valor. Ante el féretro de su hermano prometió ser torero y lo logró de una forma que partió plazas, levantado en hombros por el ruedo y cortando rabos y orejas. Al lado del gigante Fermín Espinosa Armillita fue que se empezó a hacer grande.
En 1939 en la plaza del toreo tras llevar consigo a la grandeza al toro pizpireto, de la punta, Silverio se sitio entre las mejores figuras del arte taurino. El 5 de febrero de 1946 luego de la inauguración de la México, el torerazo logró el primer rabo en la segunda corrida al toro Barba Azul de Torrecilla, alternando con otro grande “Manolete”. Se retiró en la misma monumental el 1 de marzo de 1953.
El grande de Texcoco, cuya plaza de toros lleva su nombre, comenzó su partida al fin a raíz de de una fractura de fémur, su corazón a la partida de su esposa “Pachita”, que falleció en 2005, se fue el faraón de Texcoco de este mundo, no sin dar la ultima vuelta a la Monumental Plaza México, donde será recordado por siempre, Silverio Pérez, a ver quien puede con él.